domingo, 26 de marzo de 2017
sábado, 25 de marzo de 2017
domingo, 19 de marzo de 2017
danzas folkloricas
Centro Qosqo de arte nativo
El
templo de la música y las danzas
Fundado en 1924 con el propósito de
conservar y recopilar la música y danzas folclóricas del país, especialmente
del Cusco. Ofrece en la actualidad el mejor show folclórico de nuestra ciudad
así que aprovechando la visita a Cusco de mi rubilinda hermana Elizabeth
acordamos ir a disfrutar algo del ambiente nocturno cusqueño en este local
ubicado en la avenida el sol 872. La noche como muchas en las últimas semanas nos
mostró su lado furioso, un aguacero furibundo había casi inundado las arterias
de la ciudad y como es típico cuando llueve se vuelve difícil encontrar un taxi…a
pesar del temporal llegamos poco antes que empiece el espectáculo que según me
dicen comienza puntualmente a las 7 pm. A la entrada se hayan publicados los
precios de las entradas y ahí también está la ventanilla donde Irma una otoñal
y agraciada mujer de dulce sonrisa atiende con amabilidad.
De casualidad me encuentro
minutos antes del espectáculo con Jorge uno de los más antiguos socios un
hombre delgado de albas canas que con orgullo me cuenta que ingreso jovencito
aun, apenas termino la secundaria hace casi 50 años y ha visto a lo largo de
los años las vivencias y progresos de esta activa institución cultural.
Mostrándome los enormes fotos que están en una especie de lobby, me cuenta que
cada día hay una danza diferente, nunca repiten durante el show una misma danza
y que tratan que los trajes sean los más auténticos posible así como ofrecer
siempre un espectáculo de calidad. Se sabe que el centro Qosqo dentro de su
repertorio cuenta con un centenar de melodías del Cusco y más de 50 danzas
típicas de diferentes pueblos a lo largo y ancho del país.
descendemos luego al sótano del
local que tiene un aforo de 400 espectadores, ya adentro me doy cuenta que
tiene un ambiente de teatro o cine por la disposición de las butacas que ciertamente
denotan cierta antigüedad, una delgada y risueña muchacha de voz aterciopelada
dio la bienvenida al público tanto en español como en inglés. Al instante una
docena de músicos ataviados de ponchos multicolores y elegantes sombreros tomó
posesión en un estrado dándose inicio al espectáculo mientras la presentadora
haciendo una pequeña introducción nos narraba que la institución se había
presentado en festivales realizados en numerosas ciudades del Perú y el
extranjero, detallando luego el significado de cada danza y su origen.
A lo largo de una hora desfilaron
ante nuestros ojos danzas tan emblemáticas como tradicionales de pueblos como
Checacupe, Tinta, Calca, Chekamarca, Cotabambas y tantos otros en cada una de
las cuales esta expresada, tanto en la música, la coreografía y la vestimenta
toda una cultura ancestral que se ha nutrido de ritos: carnavalescos,
guerreros, agrícolas, religiosos etc. relacionados a nuestra cosmovisión
andina. Al finalizar el show se retiran los danzantes quedándose solo el
conjunto musical, la presentadora reta al público a subir al escenario mientras
suenan los acordes de una marinera cusqueña, como impulsada por un resorte mi
refinada hermana dejando su elegante abrigo y su no menos fina cartera se trepo
con tacos y todo al estrado, otros tantos gringos hicieron lo mismo zapateando
nuestros ritmos con la gracia y destreza de un robot pero vaya que lo disfrutaron!
convirtiendo la noche en un acto sublime de renovación de nuestra identidad
iluminando una inusual noche de marzo de ritmo, color y sabor peruano.
Armando Alvarez
viernes, 10 de marzo de 2017
Hugo Béjar
navarro
El nuevo indio
Conocí a don Hugo Béjar una
lluviosa tarde de diciembre, poco antes Julia su atenta secretaria me había
citado en la esquina del supermercado la Canasta de av. la cultura por fortuna
llego puntualmente y evito que me mojara, “el doctor vive cerca vamos” me dice
así que la sigo hasta la casa del famoso pintor que ya esperaba mi visita.
Luego de saludarnos nos instalamos en la sala de su elegante casa que parece un
relicario de obras de arte, don Hugo es un hombre de mirada penetrante sus
traviesos ojos nunca están quietos hasta parece que hablaran por sí mismos, su
alba cabellera le confiere un aire de tribuno, habla pausadamente pero cuando
habla denota la autoridad y el conocimiento de un hombre cuyo arte ha
contribuido a ensanchar la cultura de un pueblo.
“mi abuelo Gregorio Béjar era un
imaginero, un artista muy hábil, gracias a sus enseñanzas aprendí a amar el
arte” me cuenta con algo de nostalgia. Desde niño ayudaba en los quehaceres del
hogar participando del arte del bruñido en plata “que lo hacíamos con el
excremento del burro o la vejiga de los chivos” acota don Hugo soltando una
tímida risa, pero se pone triste cuando recuerda que no tuvo infancia ya que
tuvo que trabajar con su padre que hacia niños Manuelitos y su madre que hacia
la cabellera de estas pequeñas esculturas con el rastrojo del trigo para darle
una forma ondulada al cabello y Hugo les hacia los ojos con el cristal de los
focos de la casa que no servían.
Tras tomarnos unos mates bien
calientes con galletitas me dice “quieres ver mis cuadros pues subamos a mi
taller solo hay 30 graditas hasta el segundo piso” me dice ya más en confianza
y subimos el taller que parece haber estado cerrado buen tiempo, en estas 4
paredes están sus vivencias, sueños, sus musas y todo aquello que fue su inspiración
a lo largo de su vida, un pequeño cuadro encierra una foto en blanco y negro
donde el joven Hugo Béjar acompaña el quizás día más feliz de su vida a la que
fuera su esposa el día de su boda. “mi promoción de la escuela de bellas artes
se llamó terremoto” me confiesa don Hugo ya que aquellos chascosos muchachos
iniciaron sus estudios en bellas artes cuando se ubicaba en la calle Pumacurco,
coincidentemente en 1950 fecha de aquel feroz terremoto que asolo la ciudad
imperial.
Sentados en su sala que tiene
chimenea me muestra sus condecoraciones sobresalen entre todas: las palmas
magisteriales así como la medalla de la ciudad otorgada por el entonces alcalde
a uno de los hijos predilectos del Cusco. Don Hugo les ha otorgado a sus
creaciones un estilo propio “el estilo es el sello del artista, he hecho
indigenismo, realismo mágico y expresionismo pero sin perder mi estilo” agrega
este nuevo indio como lo bautizara Don Uriel García. Hay en sus líneas el peso de
su talento, sus equilibrados colores fuertes y elegantes claroscuros así como
la temática de sus lienzos le confiere a este artista la magia del arte que
puede transportarnos en sus imágenes a ese mundo interior donde habita el nuevo
indio que al igual que nuestros antepasados no ha perdido su raíz cuando en
épocas lejanas los dioses vivían en estas tierras.
Armando Alvarez
crónica sobre la lengua quechua
Academia mayor de la
lengua Quechua
Heroico bastión de nuestra lengua
ancestral
En un vetusto inmueble republicano
de la calle Chaparro 231 una estrecha vía que empieza justo al costado de la
iglesia San Pedro se ubica esta especie de reducto de nuestro Runa Simi,
trasponer su vieja y venida a menos portada es entrar a un lugar tan singular
como heroico porque es de héroes o mártires que un puñado de hombres y mujeres
cumplan a cabalidad su rol de profesores de un idioma al cual las autoridades
no le dan su debida importancia. Quien primero me recibe y con peculiar gentileza
es Higidia Torres, aprovechando que el Qollana (director) estaba algo ocupado
en clases, me invita a pasar a una especia de cocina donde rodeados de
cartulinas con frases en quechua y una sencilla cocina donde se hierve el
siempre oportuno café pasado. Higidia es una mujer de cortos cabellos color
azabache y mirada dulce, hay en su voz pausada el don de la humildad.
Allí también está una otoñal y
elegante mujer de cabellos pintados llamada Celia Ordoñez encargada de la
dirección de economía, quien me recalca con insistencia que también tiene el
grado de magister en educación. Es al igual que Higidia una de las fundadoras
de este hermoso proyecto de enseñar nuestro idioma, mujeres que casi han tomado
como un sacerdocio el construir este sueño de apostar por la revaloración de
nuestra cultura que tiene en la lengua quechua un baluarte de nuestra
identidad. Se suma también a nuestra charla don Raúl Lovon un yachachiq
(profesor) de cabello cano y ojos vivaces quien me cuenta que tiene como
alumnos a médicos, abogados, ingenieros y hasta extranjeros que desean cada vez
más saber cómo hablar el quechua aplicándolo a sus profesiones.
Finalmente sale el director o
qollana (en quechua) un tipo joven de cabellos rebeldes, figura gruesa y
bonachona, lleva colgado de sus hombros una especie de chalina con ribetes
andinos, se presenta hablándome en quechua y al darse cuenta que no entendía
nada comienza a hablarme en un buen español y así empezó una amena charla para
conocer las características más saltantes así como los aspectos fonéticos y
gramaticales de esta milenaria lengua que según me refiere el qollana tuvo su
epicentro en la zona norte del cusco pre incaico. Invitándome a pasar a su
oficina sobresale a un costado de su escritorio un varayoc de gran tamaño y
varios sombreros de diverso tamaño y forma. Me cuenta entusiasmado que en breve
se llevara a cabo el séptimo congreso mundial del idioma quechua conmemorando
los 60 años de la academia, que tendrá a Cusco y el Perú como anfitrión.
Al finalizar y como arte de magia
nuestras atentas y generosas anfitrionas habían instalado unas mesas en ese
simpático y antiguo patio de la escuela, donde un Peruanisimo pollo a la brasa
con inka kola nos esperaban para compartir un inolvidable almuerzo. Nos fuimos
más que satisfechos de haber conocido la historia de esta casona hoy convertida
en un templo de nuestra identidad cultural.
Armando Alvarez
Convento y museo de san francisco
Convento y
museo de san francisco
Un templo encriptado en el pasado
Visite hace poco uno de los
espacios religiosos más interesantes del Cusco tanto por su valor histórico
monumental como por la factura de sus piezas de arte que no tienen comparación
en el país. Si bien en algún momento este inmenso solar fue parte de una
extensa andenería en época de los incas, ahora comparten este mismo lugar el
centenario colegio de ciencias (antigua propiedad del convento franciscano), la
iglesia de san francisco y el colegio del mismo nombre, inmuebles ubicados
frente a la también llamada plazuela San Francisco ubicada a pocos metros del
mercado de San Pedro.
El recorrido por los claustros lo
hice con el carismático fraile franciscano Ernesto Chambi, quien me recibe en su
modesta oficina quien sabe a causa de la orden que representa que siempre se
caracterizó por su austeridad, un perchero lleno de sombreros y abrigos destaca
al costado de su escritorio y las paredes lucen repletas de fotos y cuadros me
dice que es fotógrafo de afición, oficio que parece heredar de su famoso
pariente el famoso fotógrafo Martin Chambi. Fray Ernesto seducido por la
posibilidad de que según algunos cronistas los restos de Túpac Amaru reposen
sepultados en alguna de las criptas aprovecha aunque con prudencia en decirme que
hay muchas posibilidades de que esto sea cierto.
Me quedo atónito cuando al subir
al segundo piso Anderson un colaborador del convento me muestra el que tal vez
sea el cuadro más grande del mundo, una colosal obra maestra del pintor
cusqueño don Juan Espinoza y no menos impresionante es el coro de la iglesia
labrado en finísimo cedro traído desde las selvas cusqueñas. Aquí los
talladores y ebanistas crearon una joya de una finesa y calidad verdaderamente
increíble que podría colocar a este coro a la par de cualquiera del mundo. Se
suma a mi recorrido don Cayetano Villavicencio un limeño de pequeña estatura y
gran conocimiento sobre arte religioso con quien descendemos a las famosas
“catacumbas” y aunque no son como las de lima o Trujillo donde existen cual
galerías subterráneas de cierto recorrido y longitud, las de san francisco son
criptas algo más modestas y pequeñas aunque Cayetano me advierte que hay
posibilidades de hallar más galerías aun ocultas en este mítico convento.
Paseando por su apacibles
jardines flanqueados con la típica arquería colonial, respirando la quietud del
ambiente me detengo al lado de un frondoso y añejo árbol de pino y veo también
al centro una no menos antigua fuente de piedra y siento como si me trasladase
a aquellas épocas donde varias generaciones de frailes vivieron con devoción y austeridad
su vida de fe dentro de esos mismos claustros encerrados durante siglos. Hoy estos
claustros abiertos a la cultura y el turismo reciben cientos de turistas quienes
visitan deslumbrados cada rincón de este majestuoso templo franciscano quizás con
esa misma devoción.
Por: Armando Álvarez
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