Hugo Béjar
navarro
El nuevo indio
Conocí a don Hugo Béjar una
lluviosa tarde de diciembre, poco antes Julia su atenta secretaria me había
citado en la esquina del supermercado la Canasta de av. la cultura por fortuna
llego puntualmente y evito que me mojara, “el doctor vive cerca vamos” me dice
así que la sigo hasta la casa del famoso pintor que ya esperaba mi visita.
Luego de saludarnos nos instalamos en la sala de su elegante casa que parece un
relicario de obras de arte, don Hugo es un hombre de mirada penetrante sus
traviesos ojos nunca están quietos hasta parece que hablaran por sí mismos, su
alba cabellera le confiere un aire de tribuno, habla pausadamente pero cuando
habla denota la autoridad y el conocimiento de un hombre cuyo arte ha
contribuido a ensanchar la cultura de un pueblo.
“mi abuelo Gregorio Béjar era un
imaginero, un artista muy hábil, gracias a sus enseñanzas aprendí a amar el
arte” me cuenta con algo de nostalgia. Desde niño ayudaba en los quehaceres del
hogar participando del arte del bruñido en plata “que lo hacíamos con el
excremento del burro o la vejiga de los chivos” acota don Hugo soltando una
tímida risa, pero se pone triste cuando recuerda que no tuvo infancia ya que
tuvo que trabajar con su padre que hacia niños Manuelitos y su madre que hacia
la cabellera de estas pequeñas esculturas con el rastrojo del trigo para darle
una forma ondulada al cabello y Hugo les hacia los ojos con el cristal de los
focos de la casa que no servían.
Tras tomarnos unos mates bien
calientes con galletitas me dice “quieres ver mis cuadros pues subamos a mi
taller solo hay 30 graditas hasta el segundo piso” me dice ya más en confianza
y subimos el taller que parece haber estado cerrado buen tiempo, en estas 4
paredes están sus vivencias, sueños, sus musas y todo aquello que fue su inspiración
a lo largo de su vida, un pequeño cuadro encierra una foto en blanco y negro
donde el joven Hugo Béjar acompaña el quizás día más feliz de su vida a la que
fuera su esposa el día de su boda. “mi promoción de la escuela de bellas artes
se llamó terremoto” me confiesa don Hugo ya que aquellos chascosos muchachos
iniciaron sus estudios en bellas artes cuando se ubicaba en la calle Pumacurco,
coincidentemente en 1950 fecha de aquel feroz terremoto que asolo la ciudad
imperial.
Sentados en su sala que tiene
chimenea me muestra sus condecoraciones sobresalen entre todas: las palmas
magisteriales así como la medalla de la ciudad otorgada por el entonces alcalde
a uno de los hijos predilectos del Cusco. Don Hugo les ha otorgado a sus
creaciones un estilo propio “el estilo es el sello del artista, he hecho
indigenismo, realismo mágico y expresionismo pero sin perder mi estilo” agrega
este nuevo indio como lo bautizara Don Uriel García. Hay en sus líneas el peso de
su talento, sus equilibrados colores fuertes y elegantes claroscuros así como
la temática de sus lienzos le confiere a este artista la magia del arte que
puede transportarnos en sus imágenes a ese mundo interior donde habita el nuevo
indio que al igual que nuestros antepasados no ha perdido su raíz cuando en
épocas lejanas los dioses vivían en estas tierras.
Armando Alvarez
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