sábado, 30 de julio de 2016

crónica sobre el puente Q'eswachaka

                                                         

                                              Q’eswachaka

                              El puente incaico que sobrevive al tiempo    




Mi último viaje fue hacia uno de los lugares que había pospuesto desde mi llegada a la ciudad imperial. muy temprano tomando la dirección a Saywa y Oropesa llegamos a la hermosa laguna de Huacarpay, bordeándola pasamos cerca de Pikillacta antiguo asentamiento de la excéntrica etnia Wari, continuamos hacia andahuaylillas y de pronto surge de la nada la pintoresca laguna de Urcos y partir de allí el rio Vilcanota nos acompaña en la misma dirección a nuestra ruta y se suceden pueblos como: Quiquijana, Checacupe y Combapata desde donde se desprende un ramal que nos conduce a Pampamarca donde además de su bucólica y descuidada plaza de armas hay una bonita iglesia colonial y el monumento que se yergue al centro de su placita donde Túpac Amaru en actitud gallarda y desafiante esta junto a Micaela bastidas que porta un rifle y otros personajes portan cadenas rotas en sus muñecas, sorprendentemente a solo unos metros de la plaza esta una bella laguna de grandes dimensiones y un panel que anuncia un circuito llamado “la ruta de las 4 lagunas”.
El viaje si bien al principio muy simpático y agradable se torna pesado y a veces aburrido después de dos horas viendo, solo pajonales, casas abandonadas, una que otra distraída vicuña, montañas achatadas cubiertas de ichu seco que le confieren al paisaje un tono amarillento y desolado. Hasta que aparece el bendito panel que indica “bienvenidos a Yanaoca distancia a Q’eswachaka 13 km” a partir de allí la ruta se vuelve una delgada pista mal hecha del ancho de un solo carril con cerradas curvas que nos llevan hasta lo profundo de un valle, luego de muchas vueltas alcanzo a ver en lo profundo de este cálido valle el gran rio Apurímac, finalmente estamos al fin en la la bajada que nos llevara al puente, luego de tomar nuestras ultimas provisiones y descansar un momento del largo viaje de algo más de 140 km descendemos por una empinada gradería de piedras y de pronto todo se ve y se  siente diferente...
Ahí delante mío esta este puente perdido entre ubérrimas montañas que cuelga majestuoso sobre rio Apurímac cuyas cristalinas aguas discurren formando ondulantes meandros, es algo muy especial estar al lado de este puente que desde hace siglos de manera caprichosa se viene renovando año a año cada segundo domingo de junio en un prodigioso ritual que dura 4 días en el cual participan 4 comunidades: Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccoyana Qehue, que utilizando lo mismo que sus ancestros es decir  ichu y algunas maderas dan forma con unas soguillas de este vegetal a este imponente puente de casi 28 metros de largo. Desde luego no se puede empezar sin antes hacer otro ritual hecho al amanecer del primer día, donde se le pide permiso a la Pachamama y al Apu tutelar de la zona el Quinsallallawi.
Las mujeres sin bien ayudan en el trenzado de las q’eswas (soguillas de ichu) no lo podrán hacer en la construcción del puente que será dirigido por el chakaruwak o especialista que heredó este oficio de sus antepasados. Cruzar este puente tan lleno de simbolismos que se perpetúan en el tiempo es como cruzar un umbral que nos transporta a una época donde las personas sabían de retos y no se rendían ante la adversidad de su geografía y que solo unidos podían construir cosas tan increíbles como este enigmático y poderoso puente de ichu.



Armando Alvarez Angulo



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